domingo, 3 de febrero de 2013

El Tango - que no era tango -  nació en el "Mercado del Puerto" de Montevideo.
 
 Mercado del Puerto - Montevideo. Uruguay. (Antes y actual)


   
Danzando Tango Rioplatense.

El tango
UNESCO logo.svg UNESCO-ICH-blue.svg

Nombre descrito en la Lista Representativa del PCI.
Tango au01.JPG
Pareja bailando un tango.

País Flag of Argentina.svg Argentina
Flag of Uruguay.svg Uruguay
Tipo Cultural inmaterial
N.° identificación 00258
Región América Latina y el Caribe
Año de inscripción 2009 (IV sesión)
tango
Orígenes musicales géneros musicales europeos; habanera, candombe, milonga, payada y vals.
Orígenes culturales Zona del Río de la Plata1
Instrumentos comunes bandoneón, guitarra, piano, violín y contrabajo
Popularidad alta en Europa, América y Japón
Subgéneros
tango-pasional
Fusiones
tango-canción, tango-milonga
El tango es un género musical tradicional de Argentina y Uruguay, nacido de la fusión cultural entre inmigrantes europeos (españoles e italianos, principalmente), descendientes de esclavos africanos, y nativos de la región del Río de la Plata.2 Musicalmente suele tener forma binaria (tema y estribillo) o ternaria (dos partes a las que se agrega un trío). En esencia, es una expresión artística de fusión, de naturaleza netamente urbana y raíz suburbana («arrabalero»), que responde al proceso histórico concreto del mestizaje biológico y cultural de la población rioplatense pre-inmigración y a la inmigración masiva, mayoritariamente europea, que reconstituyó completamente las sociedades rioplatenses, a partir de las últimas décadas del siglo XIX.
Su interpretación puede llevarse a cabo mediante una amplia variedad de formaciones instrumentales, siendo las más características el cuarteto de guitarras, el dúo de guitarra y bandoneón, el trío de bandoneón, piano y contrabajo, así como la orquesta típica o el sexteto.
Muchas de las letras de sus canciones están compuestas basándose en un argot local llamado lunfardo, letras que suelen expresar las tristezas, especialmente «en las cosas del amor»,3 que sienten los hombres y las mujeres de pueblo, circunstancia que lo emparenta en cierto modo con el blues, sin que ello obste al tratamiento de otras temáticas, incluso humorísticas y políticas.
Enrique Santos Discépolo, uno de sus máximos poetas, definió al tango como «un pensamiento triste que se baila».4
En 2009 fue presentado por los presidentes de la Argentina y Uruguay para ser incluido, y finalmente aprobado en la Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) de la Humanidad por la Unesco.5
(Wikipedia.org)




                                  *               *              *

  Cuando yo tenía 15 años de edad, en el invierno del 72, fui al velatorio del abuelo de uno de mis compañeros de clases, don Anastácio Villareal, que falleciera a los 82 años.
  En determinada ocasión, ya entrada la noche, se formó una rueda de mate amargo, en la sala de visitas - la que oficiaba de Sala Velatoria -, junto al ataúd donde yacían los restos del difunto. Un señor, de avanzada edad, comenzó a recordar las aventuras y travesuras que él y su amigo de la infancia, Tacho, como le llamaban a don Anastácio en la mocedad, vivieron en los comienzos del siglo XX. Una cosa fue llevando a la otra, e hizo mención a las anécdotas de cuando el Tacho acomapañaba a su padre y su abuelo al Mercado del Puerto, donde aún resistían algunos locales que recepcionaban las mercaderías traídas por agricultores y pecuaristas. Hacían el viaje a lomo de caballo y con una carreta tirada por dos burros. Contó que partían al amanecer, y llegaban después del mediodía. Por esta razón, permanecían en el Mercado hasta la alborada, para emprender el regreso a plena luz del día. 
  Eran muchas las anécdotas que se fueron transmitiendo de generación en generación, provenientes de aquellas esperas en el Mercado del Puerto. "Anastacio siempre me contaba de un cuaderno, donde el abuelo había anotado los acontecimeintos que más le marcaban, desde que a los veintitantos años de edad  comenzó a frecuentar aquél lugar tan peculiar. Yo siempre dudé que existiera dicho cuaderno, pues nunca me lo mostró. Decía que su abuelo lo guardaba en un estuche de madera, bajo llave. Con el correr del tiempo, jamás volvimos a tocar ese tema." Todos le escuchamos con respetuoso silencio. Hasta que la flamante viuda, devolvió el mate al cebador y señaló: "Yo tengo ahora ese cuaderno...¿sabían que el Tango, en su forma más tradicional, nació una de esas noches, en el Mercado del Puerto?
  Nos quedamos todos boquiabiertos, las miradas fijas en doña Celeste, que a su vez, devolvía las miradas, una a una. Como las expresiones   abobadas quedaron estáticas, y el silencio parecía perpetuarse, la anciana se incorporó y se encaminó al dormitorio.
  Segundos después, apareció con un estuche de madera, que antaño hubo sido el de dos botellas de champagne francés, y retomó  su lugar en el sillón. Con mucha parsimonia, abríó el pequeño candado, y extrajo del interior el mentado cuaderno de apuntes.        
   Nunca podré recordar el texto completo escrito con torcidas letras en grafito, lo que sí tengo bien claro en mi memoria, fue el momento en que doña Celeste buscó algo entre las amarillentas páginas sin renglones, cosidas y no grampeadas. Y se lo pasó al anciano que relataba las historias antiguas, con las hojas abiertas y señaladas. Éste leyó, arqueó las cejas y le pasó el cuaderno a la persona que tenía junto a él, y ésta a otra, y así consecutivamente, hasta que llegó a mis ansiosas manos. Relataba que "un gallego tocaba una guitarra, al que se le había juntado, hacia ya algún tiempo, un italiano melancólico que nunca se separaba de su bandoneon. Acostumbraban a tocar "españolerías" e "italianerías". Hasta que un día, un criollo que oficiaba de vaquero y cabalgaba con una guitarra terciada a la espalda, pidió para sumarse al dúo, e instó a los músicos europeos a acompañarle con una copla campera, aquellas en las que se improvisaban las letras en el momento. Y fue todo un éxito, los tres solían juntarse de vez en vez, y a pedido de los estibadores y los agropecuarios que se reunían todas las noches a beber caña brasilera y grappa argentina, tocaban y cantaban hasta muy entrada la madrugada.
  En la primavera de 1879, al final de la tarde de un martes lluvioso, un encorbatado porteño (Natural de Buenos Aires), escuchó las dos primeras canciones improvisadas del trío, y se atrevió a exclamar: "¡Toquen un Tango!". Ante las miradas interrogantes de los presentes, les señaló los acordes de forma verbal, y cuando los músicos los fueron comprendiendo, él comenzó a cantar una canción, que era muy popular en la vecina orilla. El sujeto porteño, después de cantar, se quejó de que faltaban tambores y clarinetes. Entonces el criollo del trío, le clavó una adusta mirada de cejas fruncidas y sentenció: "Tambor es cosa de negros, aparcero. Nuestro "tango" es éste, le guste o no". 
  Este relato tal vez no sea el legítimo, aunque sí lo es su contenido. Intenté transcribirlo exprimiendo mi memoria, pues fue la primera y última vez que vi y leí ese preciado "documento". No se podía dudar de su antigüedad, no era necesario someterlo a la prueba del "carbono 14", pues su textura, olor, descoloración y encuadernación, gritaban que tenía un siglo de vida. 
 Doña Celeste nos comentó que el abuelo de su marido, escribía lo que consideraba más relevante, porque soñaba con escribir un libro sobre el Mercado del Puerto. Algo que, para nuestro infortunio, nunca se concretizó. 
 Algo extraordinario se instaló en mi cerebro a los 15 años de edad, algo que muy pocos sabían y sabrían. Veía y escuchaba las orquestas típicas, argentinas y uruguayas, y me preguntaba - y me pregunto - si la ausencia de tambores en ellas, habría sido motivada por el criollo vaquero, en aquella nochecita lluviosa y primaveral, en el Mercado del Puerto. Jamás lo sabremos, como jamás sabremos quién fue el encorbatado porteño que cantó el primer tango en Montevideo. 

 
Bailando tango en Montevideo, 18 de julio y Yi.


  Walter E. Carena
  Twitter:@wcarena