miércoles, 12 de octubre de 2016

GUERRA CIVIL EN COLOMBIA.
ENEMIGOS DE LA PAZ: Latifundistas; evangélicos; traficantes de armas; mercenarios y...Álvaro Uribe (¿casualidad o causalidad?)

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  Entrevista del periodista Emiliano Cotelo a  la politóloga Laura Gil:

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Entrevista central, lunes 10 de octubre: Laura Gil

Entrevista con Laura Gil.
EN PERSPECTIVA
Lunes 10.10.2016, hora 8.23

EMILIANO COTELO (EC) —El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, difícilmente olvide las emociones que vivió en la última semana.
El domingo 2 de octubre, los colombianos rechazaron en un plebiscito el acuerdo de paz firmado con las FARC, en el que él había puesto todo su prestigio en juego.
(Audio Juan Manuel Santos)
Yo los convoqué a que decidieran si respaldaban o no el acuerdo para la terminación del conflicto con las FARC. Y la mayoría ha dicho que no. Soy el primero en reconocer este resultado.
(Fin audio)
EC —Solo cinco días después de ese cimbronazo, el viernes 7 de madrugada, llegaban noticias desde Estocolmo.
Santos recibió el Premio Nobel de la Paz 2016 “por sus incesantes esfuerzos por poner fin a una guerra civil de más de 50 años”, dijo la vocera del Comité Nobel que dio a conocer la noticia el viernes en la madrugada de nuestro país, mucho más temprano todavía hora de Colombia. Agregó que “el referéndum no fue un voto por o contra la paz”, sino contra un acuerdo específico que no resta méritos a las gestiones del actual presidente por lograr un “proceso histórico de reconciliación y hermanamiento nacional”.
¿Qué efectos puede tener este reconocimiento en el proceso que se abrió tras el plebiscito de la semana pasada? ¿Ayuda o complica las nuevas negociaciones que están empezando?
De esos y otros puntos vamos a conversar con Laura Gil, uruguaya, licenciada en Filosofía y Matemáticas, con una maestría en Derecho y Diplomacia, y doctora en Economía, columnista del diario El Tiempo, de Bogotá.
Antes de comenzar esta charla, conviene aclarar que tú estabas a favor del acuerdo logrado entre el gobierno y las FARC y, de hecho, llamaste a votar por el sí en el plebiscito del domingo 2 de octubre en la prensa donde trabajas, donde expresas tu punto de vista.
LAURA GIL (LG) —Sí, por supuesto.
EC —¿Por qué creías que este acuerdo era el adecuado?
LG —Porque es el mejor acuerdo posible. Yo voy para 30 años en Colombia y nunca había visto una ventana de oportunidad como la que tuvimos, la que tenemos todavía, de concretar la paz con las FARC. Es la primera vez que se negocian cosas en concreto. Y era una negociación razonable, ambas partes habían cedido y de manera razonable. Me parecía un acuerdo sensato, que nos permitía cerrar el capítulo de la guerra con las FARC y pensar en otras cosas, pero ganó el odio a las FARC.
EC —El presidente Santos no tenía ninguna obligación legal de organizar esta consulta a la ciudadanía sobre sus negociaciones de paz. ¿Por qué, entonces, dio ese paso?, ¿por qué se metió en este lío, por qué corrió ese riesgo?
LG —Te doy mi lectura, porque él nunca lo ha explicado, dice que quería dar un acuerdo y que se lo refrendara la ciudadanía. Por qué se metió en esa locura no está muy claro.
Mi lectura. Cuando el presidente negoció, la oposición, en manos de una derecha muy conservadora, la de Álvaro Uribe, fue muy vocal en contra de los acuerdos y le ponía palos en la rueda constantemente. Entonces creo que el presidente quiso ganar un poco de espacio político para la negociación diciendo “de todas formas, cuando tengamos el texto final, la aprobación está en manos de ustedes”. Pero se quedó en el peor de los mundos, porque la oposición nunca le dio el espacio político para negociar tranquilo, siempre estuvo presionando a ambas partes muchísimo, y finamente perdió el plebiscito. Entonces ni lo uno ni lo otro.
EC —Otra cosa que desconcertó, por lo menos visto de afuera, fue que, habiendo convocado a un plebiscito, muy pocos días antes, el 26 de setiembre, en Cartagena, el gobierno organizara la firma del acuerdo de paz con las FARC en una ceremonia en la que no solo estuvieron las dos partes, sino que además se convocó a una amplia presencia de la comunidad internacional. Estuvo el secretario general de la ONU, estuvieron 15 jefes de Estado, 30 cancilleres, personalidades de distintos países. ¿Por qué se dio ese otro paso unos días antes, nada más, del plebiscito?
LG —Porque el acuerdo decía que tenían que tener el texto antes de llevarlo a plebiscito.
EC —Está bien, pero una cosa era firmarlo y otra cosa era hacerlo con toda esta pompa.
LG —Justamente, era una estrategia –pienso yo– de campaña, era una forma de decir “esto tiene respaldo internacional”. Es muy difícil explicar al mundo por qué aquí no se apoya un acuerdo tan tan razonable. Porque no hay acuerdo de paz en el mundo que tenga capítulos de justicia transicional  tan fuertes como este, este es el primer acuerdo de paz que no da amnistía para crímenes internacionales. Uno se dice: pero si se logró eso, ¿por qué aquí la gente está en contra, cuando afuera la gente está tan tan mayoritariamente a favor? Casi no se oyen voces en contra de este acuerdo. Más allá del Wall Street Journal, no veo quién más está en contra de este acuerdo por fuera.
EC —Para quienes no vivimos en Colombia, un dato muy sorpresivo de la votación en el referendo fue el alto nivel de abstención: el 62 % de los habilitados no concurrieron a las urnas. ¿Cómo se explica que, después de 50 años de conflicto, tanta gente haya resuelto quedar al margen de una decisión a priori tan trascendente? ¿Hay una respuesta?
LG —No, no se explica. Intento darte algunas luces. Hay altos niveles de abstención en las presidenciales, y en elecciones especiales como estas en general tiende a bajar el nivel de participación. Un adicional: creo que Santos fue víctima de su propio éxito. Durante los cuatro años de negociación con las FARC todos los indicadores de violencia fueron bajando paulatinamente, y desde que se firmó el cese bilateral y “definitivo”, bajaron más drásticamente, básicamente la guerra con las FARC se había acabado antes de firmar el acuerdo de paz. Lo que uno siente es una gran indiferencia frente al problema de las FARC, porque la gente ya no lo vive como lo vivíamos hace diez años, siete años, cuando estábamos en plena guerra. De hecho estoy convencida de que Santos es víctima de su propio éxito.
EC —Esa puede ser una interpretación de la abstención. Pero vayamos al resultado: entre quienes sí votaron, el no tuvo 50,21 % y el sí 49,78 %, se impuso el rechazo a los acuerdos. ¿Cómo se entiende esa otra parte de la consulta? ¿Qué interpretación tienen ustedes?
LG —Creo que ganó el odio a las FARC y ganó claramente Uribe. Pero antes de entrar en la interpretación, quiero decirles a los oyentes que la diferencia es más chiquita que el (Estadio) Centenario, son alrededor de 50.000 votos.
EC —Es un dato impactante.
LG —Son 6,5 millones de un lado y 6,5 millones del otro y el país está partido a la mitad. Es una derrota claramente numérica en las urnas, pero el empate en la democracia pone las cosas muy complicadas, porque es derrota numérica pero es prácticamente un empate político. Entonces ni el no puede imponer el acuerdo que ellos quieren, ni el sí les puede dar el otro acuerdo, estamos en una especie de impasse.
EC —Justamente, teniendo en cuenta el resultado y esta división que ahora se nota y queda palmariamente reflejada junto con el condimento de la enorme abstención, ¿no habría sido mejor que durante el proceso de negociaciones se convocara a la oposición para que diera su opinión sobre el contenido de los acuerdos? ¿No habría sido mejor asegurarse un apoyo más amplio antes de llegar a las urnas?
LG —Eso es como los técnicos de fútbol después de jugado el partido. Obvio que se podían haber hecho cosas muy diferentes, pero muchas cosas sí se intentaron. ¿Qué haces tú cuando tienes una oposición cuya propuesta de negociación es básicamente boicotearte el proceso en sí? Porque las propuestas de la oposición no son de corte menor ante el acuerdo. Ahora están suavizando un poco, pero durante toda la negociación, durante todo el proceso, la propuesta de la oposición, la propuesta de Álvaro Uribe era básicamente que todos los comandantes de las FARC se tenían que ir a la cárcel directamente. No hay guerrilla de paz en el mundo que negocie para ir todos a la cárcel bajo la justicia ordinaria, porque ni siquiera aceptaban que hubiera mecanismos de justicia transicional. Entonces las propuestas que llevaba la oposición durante el proceso no iban dirigidas a ser incluidas, sino a ponerle un petardo al proceso para que terminara acabando. Finalmente, es importante resaltar que la oposición tiene un discurso que apunta a que lo que le molesta es que haya grados de impunidad en el acuerdo de paz.
EC —Ese es el punto más crítico, aunque no el único.
LG —Eso es moneda de cambio. En todo proceso de transición hay elites que no quieren perder privilegios, y en este proceso de paz con las FARC el primer capítulo del acuerdo es el acuerdo de tierras. Este es todavía un país casi feudal, es el cuarto país con el Gini más alto del mundo, en un país tan rico como Colombia la desigualdad es tremenda. Por eso el acuerdo de tierras tiene medidas de choque, y lo que tenemos aquí es el pataleo de las elites que no quieren ceder privilegios. Mi lectura es que sí un punto crítico es el tema de justicia, pero que finalmente justicia es moneda de cambio por el tema tierras. Aquí hay una elite rural –que Álvaro Uribe representa muy bien– que no quiere ceder en temas de tierras, quiere legalizar un despojo de tierras que se dio a lo largo de 50 años, y encima no pagar impuestos sobre ellas. Finalmente ahora que estamos en este enfrentamiento del sí y el no, esta oposición está mostrando el color, está revelando que realmente lo que quiere es modificar el acuerdo de tierras.
EC —La semana pasada el presidente Santos recibió a Álvaro Uribe para una reunión, la primera que mantienen en seis años. Un hecho histórico, teniendo en cuenta el enfrentamiento largo y amargo que los separa, un enfrentamiento que separa a dos líderes que fueron colaboradores, que fueron miembros de un mismo gobierno; Santos de hecho es una especie de hijo político de Uribe. ¿Qué conclusiones dejó ese encuentro? ¿Cómo se lo vio?
LG —El mensaje que nos mandó es que hay aquí unas apuestas que no son por el acuerdo de paz. En dos años se vienen elecciones presidenciales y la apuesta del uribismo parece ser empantanar esto dos años más para hacer ellos las negociaciones cuando lleguen al poder, si llegan. Entonces hay un tira y afloje muy duro entre el oficialismo y la oposición. Hasta hace una semana, hasta el día antes del plebiscito, el uribismo decía que el cese bilateral –ese que ha sido tan exitoso porque ha detenido la guerra– era la entrega del país a las FARC, que las FARC no estaban respetando este cese al fuego, que las cifras que estaba sacando el gobierno eran fabricadas, que las FARC seguían manteniendo secuestrados, en fin, decían todo tipo de cosas para descalificar el cese bilateral.
Cuando salen de esta reunión, lo primero que pide (la oposición) es el cese bilateral, porque Santos dijo: “si ustedes no aprobaron el plebiscito y no quieren participar en la renegociación y están demorados, nosotros tenemos que acabar el cese”. Ahora la oposición quiere la comodidad del cese, porque sabe que si se reanuda la guerra el primer muerto está en su cabeza, entonces quiere demorar esto hasta las próximas presidenciales con la comodidad del cese bilateral. Te imaginarás el problema ético que esto significa para todos nosotros, porque el cese bilateral es lo que tenemos que defender, porque es la gran ganancia de este proceso de paz.
EC —¿De qué depende? ¿Cuánto tiempo en principio está previsto que se mantenga el cese bilateral?
LG —Hay un cese bilateral verificado por Naciones Unidas que el presidente en su discurso, cuando reconoce la derrota, dice que lo extiende hasta el 31 de octubre. Pero el cese bilateral es un capítulo del acuerdo de paz, y como el acuerdo de paz técnicamente no existe, no hay base jurídica para ese cese bilateral, y tampoco hay base jurídica para que Naciones Unidas pueda verificarlo, y el gobierno dice que un cese bilateral sin verificación es muy peligroso. Entonces hay 15 días más en que se tendría que definir la frontera de negociación, es decir, cuánto tiempo más le damos para ver si se puede reformar este acuerdo y la oposición lo acepta o si finalmente se termina rompiendo el cese bilateral. Si se rompe el cese bilateral, Colombia habrá perdido la oportunidad más importante de este siglo de vida, de estos últimos 100 años, es la ganancia más importante que ha tenido este proceso.
EC —En cuanto a los puntos neurálgicos del enfrentamiento, de la discrepancia, me gustaría ver qué posibilidades tienen, por lo menos algunos de ellos, de consensuarse, de terminar en algún tipo de entendimiento. Me voy a basar en una carta que publicó el Centro Democrático en el diario El Tiempo el 27 de agosto. En primer lugar dice: “El Centro Democrático ha aceptado que los guerrilleros rasos, que son la gran mayoría, no sean llevados a la cárcel. Sin embargo cree que concederles total impunidad a los responsables de atrocidades es mal ejemplo que promueve nuevas violencias”. ¿Qué ves en esta materia?
LG —El acuerdo contempla una amnistía para delitos no internacionales –todo lo que no es crimen de lesa humanidad, crímenes atroces, crímenes de guerra–, esas amnistías ya están dadas, esa propuesta de dar amnistía a los rasos ya está en el acuerdo. Para los otros hay un mecanismo, una jurisdicción especial de paz que contempla que se descuentan penas con restricción efectiva de la libertad a cambio de la verdad. Significa que algún tipo de restricción habrá, pero claramente no es en una cárcel. Eso es tal como está contemplado ahora.
Pero ellos no dan más precisión de lo que tú has leído. Parte del problema es que la oposición no da precisiones de lo que quiere. El domingo en pocas horas se les hizo una oferta: “siéntense con nosotros en La Habana, tratemos de crear una comisión negociadora ante las FARC y vamos juntos a ver qué podemos lograr”. Yo tengo la convicción de que el equipo negociador colombiano trató de lograr más cosas y no se pudo en términos de cárcel, por ejemplo. Pero esta no es una negociación de uno, es una negociación de dos, y si lo que ellos plantean es negociar con el gobierno, no es negociar con las FARC, es que el gobierno les acepte las propuestas. Todos los colombianos podríamos aceptar muchas de esas propuestas. De hecho, si quieren meter a todos los comandantes en la cárcel, ¿quién se va a oponer? Pero si lo que buscamos es meter todos los comandantes en la cárcel, se nos cae el proceso de paz.
EC —Otro punto es la jurisdicción especial para la paz, el mecanismo de justicia transicional previsto en el acuerdo de La Habana para juzgar los acuerdos cometidos en el marco del conflicto. El uribismo sostiene que sería mejor reformar la justicia colombiana para lidiar con estos casos. ¿Qué dices sobre este capítulo?
LG —Es lo que te decía antes, que ellos no quieren justicia transicional, quieren la justicia ordinaria.
EC —¿Entonces?
LG —No puede haber proceso de paz sin justicia transicional. Lo que hay que valorar en la justicia transicional es la reparación de las víctimas y que sí haya medidas de justicia. Si vas a usar la medida ordinaria tienes que poner a todos los comandantes durante 60 años en las cárceles. Hay que pensar en términos de justicia transicional, pensar que hay medidas que también son justicia, como la verdad, la reparación, y no pensar solamente en términos de justicia ordinaria. Aparte los niveles de impunidad en Colombia en materia de justicia ordinaria son de 90 %, así que esa sobrevaloración de la justicia ordinaria es francamente una garantía de que sí habrá impunidad, porque en la justicia ordinaria lo que hay es impunidad, los procesos nunca avanzan. En el proceso de paz de Uribe se desmovilizaron 32.000 paramilitares –grupos que estaban en la extrema derecha que estaba siendo apoyada por el Estado– y se creó un mecanismo de justicia transicional que fue la Ley de Justicia y Paz. Vamos a más de 10 años de este proceso, ¿y sabés cuántas sentencias hubo de eso? Hubo 33 sentencias. Entonces no pueden venir a decir que sus propuestas de justicia son mejores que las que están en el acuerdo, porque claramente ni la justicia ordinaria ni lo que ellos propusieron funcionó.
EC —Otro punto es la elegibilidad política de los guerrilleros. Un resumen de BBC lo planteaba así: “El Centro Democrático rechaza la idea de que aquellos que hayan cometido crímenes graves participen en política, sobre todo que se le aseguren a un partido político conformado por unas FARC ya sin armas cinco escaños en el Senado y cinco en la Cámara de Representantes por dos períodos consecutivos, sin importar si quienes ocupan esas bancas han cometido delitos de lesa humanidad, por ejemplo. Tampoco le convence que haya 16 escaños para zonas del país priorizadas en los acuerdos porque consideran que terminarían siendo para candidatos afines a las FARC”.
LG —Creo que en esto podría haber algún tipo de acercamiento para lograr que la elegibilidad política para los miembros de las FARC se dé solamente después de cumplida la pena. En este punto creo que podría haber acuerdo. Pero insistiría en que lo que ellos no quieren es que las FARC se conviertan en una fuerza política, la campaña que hicieron fue decir “vamos a ser Venezuela”, porque aquí las FARC tienen una propuesta política similar a la de Chávez. Pueden tenerla, pero esas son las reglas de la democracia. Si vamos a desarmar una guerrilla para volverla un partido político, tiene que funcionar en democracia y tiene el derecho a hacer la propuesta política que quiera. Yo estaría muy triste si Colombia se convirtiera en Venezuela, pero dudo de que un país tan tan conservador como Colombia pueda alguna vez llevar a las FARC al gobierno, al poder. Lo dudo muchísimo, me parece que ellos mismos creen muy poquito en los votantes colombianos al creer que eso pueda ser así. Pero eso fue la campaña que hicieron. Y lo que realmente está detrás de eso es cerrarles todas las puertas en política a las FARC, y eso tampoco puede ser.
EC —El viernes los colombianos se despertaron con la noticia de que el Comité Nobel había resuelto entregar a Juan Manuel Santos el Premio Nobel de la Paz. ¿Fue una sorpresa?
LG —Sí, fue una sorpresa, porque mucha gente ya decía que con el fracaso del plebiscito el Comité Nobel no se iba a atrever a entregárselo. Pero fue no solo una sorpresa muy agradable, porque este hombre se ha jugado todo su capital político por esta paz, todo, no le queda nada, se lo jugó todo entero por el proceso de paz, por tanto es bien merecido, sino que también manda un mensaje de urgencia: el mensaje internacional de que desde afuera la gente sí quiere la paz.
EC —¿Es una injerencia en el proceso?
LG —Yo soy internacionalista, para mí la palabra injerencia es una palabra que se mantiene en el discurso político pero sin efectos prácticos, porque estamos todos metidos en los problemas de todos. Me parece que es un mensaje que le dio nueva vida al proceso, porque el sí se sintió respaldado.
EC —Cuando agradeció el Premio Nobel, el presidente Santos se preocupó por no quedar como el único galardonado, dijo textualmente: “Colombianos, este premio es de ustedes. Lo recibo, en especial, en nombre de las millones de víctimas que ha dejado este conflicto que hemos sufrido”. Abrió el paraguas, tomó esas precauciones, pero ¿el Premio Nobel ayuda o perjudica? ¿Cómo lo ven ustedes?
LG —Creo que hasta el momento ha ayudado, a la oposición le debe de estar dando agriera en el estómago. Hay muchas cuestiones personales mezcladas en esto, hay mucho de envidia. Por ejemplo, Pastrana, que intentó un proceso de paz durante casi tres años, que desmilitarizó una zona mucho más grande que Uruguay para llevar a cabo ese proceso de paz, hoy en día está en contra del proceso de paz. Ahí hay mucho de personal, mucho de envidia, de molestia, de por qué él lo logró y no lo logramos nosotros, se mezclan muchas cosas personales ( N.B:sentimientos propios de los fascistas).Y con Uribe hay una cosa personal enorme, que es que Santos llega a la presidencia con los votos de Uribe y lo primero que hace es abrir el proceso de paz. Eso para el uribismo ha sido la traición más grande.
EC —Santos había sido el ministro de Defensa de Uribe, había sido quien había llevado adelante el enfrentamiento bélico con las FARC.
LG —Los golpes más grandes que se le dieron a las FARC fueron con Santos. Por ejemplo en Ecuador cuando cae Raúl Reyes, que es el primer cabecilla, nunca ningún gobierno había logrado un cabecilla de las FARC. Y después empiezan a caer muchísimos cabecillas más; cuando hablo de cabecillas hablo del comando central de las FARC. Pero sobre todo Santos logra rescatar a Ingrid Betancourt.
EC —A propósito del premio y su incidencia, ayer Santos dio un paso más: como el premio viene acompañado de unos 800.000 euros, anunció que con su familia habían resuelto donar el dinero para la reparación de las víctimas, a instituciones, fundaciones, organizaciones que trabajan en apoyo a las familias de las víctimas de la violencia de todas estas décadas en Colombia. ¿Qué tipo de impacto puede tener una medida como esta?
LG —Era lo natural. Este proceso de paz fue ambientado por una medida, la Ley de Reparación de Víctimas –Colombia es el único país que empezó a reparar víctimas en medio de la guerra–. Esa ley se trató de sacar durante la presidencia de Uribe. Yo trabajé mucho en la redacción de esa ley con los dos autores. Intentamos pasarla en el último período de Uribe, pero después de que las dos cámaras la aprobaron, cuando fue a conciliación, Uribe dio la orden de que no se conciliara y la ley cayó. Cuando llega Santos al poder, en el primer año hace pasar esta Ley de Reparación a las Víctimas, que sirvió para ambientar el proceso de paz. Entonces el tema de las víctimas es algo que está muy en el corazón del gobierno de Santos y muy muy cercano a él. Por eso a mí no me sorprendió para nada que tomara la decisión de donar el dinero a las víctimas.
EC —En su intervención de ayer, Santos se mostró confiado en que habrá paz, en que habrá un acuerdo, “tengan la absoluta seguridad de que este proceso lo llevaremos a buen puerto”, dijo. ¿Qué hay que esperar en estos días?
LG —Vamos a una cosa muy difícil. Creo que se va a hablar con la oposición y se van a llevar las propuestas de ellos a La Habana para ver qué logran que las FARC cedan. A las FARC también les va a tocar ceder un poco en algo, porque este acuerdo que ya se votó no puede ser, la Corte Constitucional misma ha dicho que ya no puede ser, la gente ya dijo no. Entonces va a haber un nuevo texto, y la pregunta es cómo se va a aprobar ese nuevo texto, si vamos a ir nuevamente a plebiscito. Pero si ese texto no satisface los mínimos requerimientos de Álvaro Uribe, así vayamos a plebiscito y gane, la confrontación política que habrá en este país no tendrá precedentes en América Latina. Venezuela va a ser pequeño para lo que se viene aquí.

Transcripción: María Lila Ltaif

   
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Walter E. Carena
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